LAS VILLAS DE BENICÁSIM

El término Municipal de Benicásim ocupa una superficie de 36’38 km2. Tiene límite con los municipios de Oropesa y Cabanes al Norte, Borriol y Puebla Tornesa al oeste y Castellón al sur. La zona interior es montañosa (Desierto de las Palmas, Agujas de Santa Águeda) con un pico del Bartolo o monte de San Miguel cuya altura es de 729 metros sobre el nivel del mar en cuya cima se halla una ermita desde el siglo XVIII. El litoral es llano, donde hasta hace no mucho tiempo era zona de marjales donde se cultivaba arroz y que ahora está totalmente urbanizada. Tiene una población que roza los 20.000 habitantes que en verano pueden llegar a los 120.000. El casco urbano está situado a casi 1 kilómetro de la costa y el término queda atravesado por la vía férrea y la CN-340. Y es precisamente la vía férrea la causante del nacimiento de LAS VILLAS.

En el año 1872 la empresa Compañía de Ferrocarriles del Norte de España comenzó a construir el trazado de la vía férrea entre Castellón y Tarragona cuyo ingeniero de ferrocarriles era D. Joaquín Coloma. Debido a la duración de las obras, durante el verano hacía venir a su familia desde Valencia y residían en una caseta provisional que como ingeniero Joaquín Coloma tenía hasta que decidieron construir una casa para pasar todo el verano. En la construcción se emplearon parte de las 15.000 pesetas que la esposa de don Joaquín, doña Pilar, aportó como dote al matrimonio. Villa Pilar, la primera de las villas que edificaron, se construyó sobre un terreno que Joaquín Coloma compró a don Bautista Contell Villarroig el 13 de septiembre de 1879. Por esta misma época, aunque algo separada de Villa Pilar, se edificó la finca El Palasiet, del matrimonio valenciano don Tomas y doña Práxedes, pero esta finca siempre tuvo una actividad desligada del resto de villas. Incluso durante la guerra civil española escapó a la incautación. Por estas fechas dona Práxedes se había casado en terceras nupcias con el Sr. Muller, cónsul de Checoslovaquia, cuya bandera ondeaba en la fachada y sirvió de salvoconducto de la ocupación.

El matrimonio Coloma tuvo tres hijos: Pilar Joaquín y Teresa. A la muerte de la viuda de Joaquín Coloma en 1913 (éste había muerto en 1903), los hijos pasan a disponer de la herencia, que aparece valorada del siguiente modo:

Villa Coloma 2.700 pesetas

Villa Teresa 2.700 pesetas

Villa Pilar 2.700 pesetas

Muebles Villa Pilar 100 pesetas

Resulta curiosa la descripción que se hace del núcleo de las villas en 1904: empezaba en la zona más al norte de la partida llamada “la Olla” con la capilla y hacia el sur Villa Coloma, a continuación Villa Teresa, la de don Mauro Serret, la de doña Consuelo Ortoll, Villa Pilar y “villa Cándida” de don Vicente Carles. De esto podemos deducir que las villas mandadas construir por dona Pilar atrajeron en torno suyo a sus amistades, don Mauro Serret y don Vicente Carles, ingeniero y banquero valencianos.
Villa Victoria

Entre los últimos años del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX, se van construyendo a lo largo de la costa una serie de villas, y bien pronto se diferencian en dos zonas: la situada más al norte, desde el actual hotel Voramar hasta la Almadraba, a la que se dio el nombre de “infierno” nombre dado debido a los saraos y tremendismo festivo que reinaba en la zona, en contraposición, la parte más moderna al sur del barranquet y hasta la Torre San Vicente se le dio en nombre de “corte celestial”, debido a la mayor tranquilidad de sus habitantes y a los nombres de sus villas, muchos de ellos alusivos al santoral, quedando una zona intermedia a la que lógicamente se le dio el nombre de “limbo” situada sobre el barranquet. Estas construcciones pertenecían a las clases acomodadas de Valencia y Castellón, y en 1906 había 34 villas construidas y en 1910 el censo da una cifra de 53 edificios. A partir de esta fecha escasean las construcciones, debido a la recesión provocada por la I Guerra Mundial. En 1920 el número de villas asciende a 54. Al tratarse de viviendas de veraneo, en invierno está prácticamente desabitado, según los datos del censo de 1910, la zona de Las Villas tenía 37 habitantes (20 varones y 17 mujeres), posiblemente eran guardeses, jardineros, etc de estas villas.

Estas primitivas villa solían ser de 1 ó 2 alturas (siendo más corrientes las de 1 altura), con una terraza delantera protegida por una cubierta liviana sobre columnillas de fundición, la cubierta a dos aguas y teja árabe. La puerta delantera estaba enfrentada a una trasera. La cocina daba al patio trasero, donde se situaba el retrete.
Villa Amparo

En 1930 se construye el hotel Voramar, cuya concesión primitiva se otorga para café y casa de baños, que luego se amplió a hotel. Con esto comienza otra época de crecimiento de Las Villas, construyéndose algunas más amplias y dándole reminiscencias románticas.

Los primeros veraneantes, en la zona del infierno, pronto empezaron a organizar grandes y animadas fiestas que duraban hasta la madrugada. Los habitantes de Benicasim observaban con curiosidad, y al amparo de la música que se escuchaba, a menudo organizaban sus propias fiestas. Casa fiesta que celebraban los “señoritos” tenía su réplica allá donde se escuchaba la música; en medio de un camino poco transitado, en un descampado, en cualquier lugar donde llegaba la música, comenzaban a reunirse las gentes del pueblo de Benicasim, y poco a poco, también los sirvientes de las gentes que ocupaban las villas. Dos formas de diversión, dos enfoques distintos de una misma época, dos formas de vida diferentes pero estrechamente ligadas. Los nuevos habitantes de estas villas trajeron consigo nueva música, estética, comportamientos, en fin, formas de vida que no caían en la indiferencia de los habitantes del pueblo. En cierto modo, los habitantes de las villas eran los emisarios del progreso y de las nuevas corrientes sociales, culturales y políticas; de alguna forma rompían el aislamiento que padecían las zonas rurales en esa época. Era como estar viendo una película vivida en directo, que cada verano se rodaba desde el comienzo de la temporada hasta entrado el mes de septiembre. Las grandes puertas y ventanas se abrían como si fuera el inicio del rodaje de la película. Desde este escenario se rodaron escenas que quedaron para la posteridad, algunos reales, muchos de ellos ficticios que han dado lugar a leyendas locales, algunas convertidas en cuentos, anécdotas, recuerdos de toda índole: tiernos, cómicos, trágicos, fantásticos, como no podía ser de otro modo.

Las horas de sol, mar y baños transcurrían a la espera de las verbenas nocturnas. Los baños, en los que ellas utilizaban unas extrañas ropas que provocaban risas y escándalo. Con falditas y polainas dejaban ver más de lo que se consideraba decoroso, y ellos portando una camiseta interior unida a unos calzoncillos de pernera, marcando algún que otro vientre prominente, las nostálgicas calabazas, origen de los actuales y, en algunas ocasiones, estrambóticos flotadores.
Bañistas

Hay una pintoresca anécdota de la época que hace referencia a las cosas que, aún en la actualidad, la marea deposita en la orilla de la playa, pero ninguna como la que se relata a continuación: un día, los crios llegaron a la orilla para ver a un enorme animal depositado en la orilla; inerte, encima de la arena mojada había un ser que no pertenecía al contexto, no era una ballena, ni un tiburón, ni un delfín… era fácil de identificar por la enorme trompa que lucía, por su enorme cuerpo y sus cuatro patas: no podía ser un elefante traido por el mar: ¡¡Un elefante!! Así ha quedado registrado este hecho. Podemos imaginar el alboroto que provocó semejante situación, el continuo desfile de persona para ver semejante bestia en la orilla del mar. Se supone que el elefante perteneciente a un circo a un zoo debió, morir a bordo de un barco que navegaba a la altura de la costa de Benicásim y no se les ocurrió mejor forma de solucionar el problema que arrojarlo por la borda. En cualquier caso, seguro que este acontecimiento fue la más maravillosa experiencia para muchos de los niños que contemplaron semejante espectáculo.

Los años 20 fueron sin duda una de las épocas más esplendorosas de Las Villas. Cualquier noche de verano se podía escuchar música. Al sonido de esta música, unos jugaban a las cartas, otros bailaban, otros debatían sobre la convulsa época que se estaba viviendo. Los tradicionales moños en el pelo de la mujer dejan lugar a peinados estilo “garçon”. Los vestidos más simplificados insinúan las caderas femeninas sin complejos. Complementos seductores: plumas vaporosas, tules, largas boquillas que hacen más largo y sinuoso el brazo femenino, en fin, todo es más ligero e insinuante.
Villa del Mar, fue hospital de las Brigadas Internacionales

Pero este mundo idílico se esfumó: la Guerra Civil Española acabó con este modo de vida indolente y Las Villas se reconvirtió, adaptándose a la nueva situación. Entre 1936 y 1938, Las Villas fue tomada por las Brigadas Internacionales y muchas de las villas se adaptaron a las necesidades del momento: algunas se transformaron en cocinas, otras en comedores, oficinas, biblioteca, hospital. El hotel Voramar se llenó de quirófanos. Hasta hace poco tiempo, en Villa Pons todavía se podía leer algunas de las actividades que se realizaron en esa época: quirófano, sala de curas, sala de enfermería, etc. Huelga decir que a pesar de las circunstancias, el entorno ofrecía, sin ninguna duda, las mejores oportunidades de una buena curación: sol y mar.

Han sido muchas las ocasiones en que descendientes de aquellos que estuvieron aquí recuperando la salud, han querido venir a conocer el sitio que ofreció un escenario propicio para los heridos, tanto físicos como psíquicos.
Villa Elisa. En la actualidad propiedad del Ayuntamiento.

La guerra cambió muchas cosas, pero también marcó un antes y un después en las costumbres sociales. En esta nueva etapa (por los años 50) cuando Don Joaquín Bau, vicepresidente del Consejo del Reino, junto con su esposa, Doña Elisa Carpi llega a Benicásim. Esta familia había adquirido un solar donde habían estado las primitivas villas del matrimonio Coloma. La nueva villa fue bautizada como Villa Elisa y pronto se convirtió en el centro de reuniones más concurrido de todo el paseo marítimo, en sus jardines se ofrecía teatro, espectáculos de varietés, bailes. Esto trajo nueva vida a Las Villas dándole el carácter festivo que había tenida años atrás. Cuentan que en una ocasión se organizó un desembarco para animar la playa, disfraces, historias de piratas, cualquier ocasión era buena para crear ambiente de vacaciones. Otra de las actividades que se cuenta es que en una ocasión de Villa Mª Julia se celebró la “Novena de Baños”. Empezó en la noche de San Juan y el rito se repetía durante nueve veces a lo largo de todo el verano. Nunca se supo en qué consistía la fiesta ni su significado.
Aberración urbanística. Dos de los 10 edificios con más de 10 pisos de altura.

En la década de los 60, Benicásim empezó a crecer y crecer, se empezaron a construir apartamentos, los primeros más tímidamente y de no mucha altura, pero poco a poco fueron subiendo, aunque afortunadamente pronto se limitó la altura a 10 pisos, con lo cual no hay en todo Benicásim más de 10 edificios que superen de 10 pisos de altura. En esta década Benicássim empezó a tener otro tipo de vida: era la época de nueva música, nuevos bailes, nuevas modas, nuevas formas de vida, que aquí se introducía rápidamente gracias al turismo que venía de otros puntos de Europa, sobre todo Francia. Nació la sala de fiestas Bohío, en la que actuaban los artistas que triunfaban en la época y al final de la década proliferaron las discotecas, sustituyendo, en lo que se refiere al ambiente nocturno, a las decadentes verbenas, en éstas se bailaba al ritmo de las nuevas canciones. Al final de esta década había 138 plazas hoteleras.
Aspecto de la zona más moderna

Benicássim seguía creciendo. En la década de los 70, al igual que en la anterior, se construyeron muchos bloques de apartamentos, algunos de ellos edificados en los terrenos de antiguas y preciosas villas demolidas en pro del desarrollo turístico. Se trataba, en la mayoría de los casos, de villas de gran tamaño que a las familias propietarias les resultaba difícil mantener. Los vecinos de Castellón, y a pesar de su proximidad, empezaron a adquirir una segunda vivienda para pasar el verano. Las playas no eran muy extensas, pero tampoco los veraneantes locales tenían excesiva afición a los baños de sol y de mar. Quizá fue esta la década más animada de Benicássim. El número de turistas locales y foráneos estaba equilibrado. Los turistas quieren divertirse, y en estos años Benicássim nocturno tiene más vida que nunca: la sala de fiestas Bohio se convierte en la enorme discoteca al aire libre Kassim, nacen Picasso y Pachá, que rivalizan con las antiguas Tebaida, Beach, Hirosaki. Al final de esta década en número de plazas hoteleras en Benicássim es de 4.687 (aunque pocas, hay que incluir en esta cifra las plazas de los pequeños hoteles que hay en el pueblo). Durante estos años crece mucho la zona de Las Villas. Ahora apenas se construyen villas sino bloques de apartamentos. Pero tiene su lado oscuro, y es que se edifica de una forma descontrolada sin ningún tipo de planificación, de lo que ha dado como resultado calles estrechas y sin aceras, en las que peatones y coches se disputan un trozo de asfalto.

En la década de los 80 y 90 de Las Villas siguió creciendo. Ya no eran esas bonitas villas con jardín sino apartamentos. No hay ya prácticamente separación entre la zona de Las Villas y el pueblo. Hay ya mucha gente procedente de Castellón, para los cuales Las villas no es su lugar de veraneo, sino una segunda vivienda y poco a poco Benicássim va perdiendo su carácter de lugar turístico. Molestan más los ruidos nocturnos y por este motivo, el ambiente se traslada a la zona del pueblo. En Las Villas sólo quedan unas pocas terrazas tranquilas donde tomar un refresco.

Se empezaron a tomar medidas para mejorar las playas. A menudo, con las tormentas de invierno, el agua se llevaba trozos de calzada en algunas zonas, así que empezó la era espigones.

Las playas de Torre San Vicente, Almadraba y Voramar fueron las primeras en ser regeneradas a base de espigones. El resultado fue espectacular, de manera que donde antes había apenas una estrecha calle y una pequeña franja de playa, se generó tal cantidad de playa que fue posible la construcción del primer paseo marítimo que ha tenido Benicássim,
Aspecto actual del paseo marítimo. Antigua zona del infierno.

entre la Torre San Vicente y el hotel Voramar, es decir, la zona más antigua. Siguió una parte de la playa Els Terrers, (la zona correspondiente a la Escuela de Vela) y la playa de Heliópolis. Igualmente los resultados en la playa de Heliopolis han podido dar lugar a la construcción de 2’5 kilómetros de paseo marítimo. La última actuación ha tenido lugar a partir de 2004, con la construcción de espigones en el resto de la playa Els Terrers y la regeneración de playas a base de piedras. Esto ha permitido la construcción de una pasarela de madera entre la zona de Eurosol y la Escuela de Vela. Ya en 2011 se ha terminado la pasarela de madera entre la Escuela de Vela y la Torre San Vicente, y la adecuación de parque anexo a la Torre San Vicente, así como una nueva pasarela que discurre a lo largo del barranco de Farja y que unirá la playa con el casco urbano de Benicássim. Estas obras, que se están realizando en la actualidad, tienen prevista su finalización antes del verano de 2012.
Nueva pasarela en la playa Els Terrers

En el año 1900, Benicássim tenía una población de 1266 habitantes, todos ellos residentes en el pueblo. En la actualidad la población asciende a 19.498 habitantes, de ellos 11.771 residen en Las Villas y 7.727 en el pueblo. (Las cifras son aproximadas ya que no existe un padrón que diferencie a los habitantes de ambas zonas)

Es seguro que cada casa de las antiguas villas tiene sus historias, que han quedado en la memoria de sus habitantes, pero hay un edificio emblemático cuya historia ha traspasado sus paredes. No se puede hablar de Las Villas de Benicássim sin hablar del Hotel Voramar.

Debido al auge que estaba tomando la zona, el empresaro Juan Pallarés Picón, pide una licencia para “construir, con carácter permanente, en la playa de Las Villas de Benicássim, una casa de baños y un restaurante”. Debido a sus negocios realizó varios viajes, lo que le permitió conocer los centros de turismo que empezaban a proliferar por Europa, fue así que concibió la idea de construir en Benicássim una “casa de baños” similar a las que había visto en Biarritz o San Sebastián. En principio pretendió crear una sociedad, pero al no recibir apoyo, emprendió la aventura en solitario. Debió tener un gran éxito, ya que en 1931 se solicitó “ampliación de la concesión a Juan Pallarés Picón para elevar dentro de los terrenos de la construcción un hotel y construir una terraza avanzada hacia el mar”

Sin embargo, un grave acontecimiento puso en peligro el proyecto. Con fecha 30 de julio de 1931, en Heraldo de Castellón publica la siguiente noticia:

“Un matrimonio francés, queriendo quedarse a pasar unos días en Benicasim, rogaron al propietario del restaurante Vora-Mar les dispusiera una habitación. Pero como quiera que dicho restaurante carece de habitaciones, el Sr. Pallarés les ofreció una de las habitaciones de su villa, en donde el matrimonio extranjero pasó la noche. Al día siguiente por la mañana fueron a bañarse, pereciendo ahogada la señora”.

El 11 de agosto, el mismo periódico publica:

“Constituye en estas playas tema obligado en todas las conversaciones el inesperado cierre del restaurant “Voramar”, propiedad del Sr. Pallarés. Mientras hay quien se decide a creer que es una cosa transitoria producida por el malestar general, hay quien opina que el cierre persistirá y todos unánimemente lamentan la clausura que ha privado a las Villas de una gran mejora”.

Afortunadamente, al año siguiente se reanudó la actividad, y el 22 de julio de 1932 se publica:

“En las Villas de Benicasim: Mañana sábado por la noche, se celebrara una gran verbena en las espléndidas terrazas del restaurant ‘Voramar’ enclavado en el punto más delicioso de las incomparables Villas. La verbena ha despertado incomparable interés entre la colonia veraniega, habiendo prometido su asistencia distinguidas familias de la capital”

La jefatura de Obras Públicas concedió la autorización y en 1933 se inauguró el hotel.
Hotel Voramar

Como se comentó anteriormente, el verano de 1936 quedaron interrumpidas las vacaciones. Debido a las buenas comulaciones y a la bondad del clima, las Brigadas Internacionales decidieron instalar aquí un complejo hospitalario y el Hotel Voramar se convirtió en hospital quirúrgico. Son varias las personalidades que pasaron por aquí: Josip Broz, conocido posteriormente como Tito, Alejo Carpentier, Ernest Hemingway, André Malraux, John Dos Passos (aunque se preocupó mucho de no coincidir con Hemingway debido a su rivalidad), o los poetas Leopoldo de Luis, Miguel Hernández, Manuel Altolaguirre. Cuando las tropas franquistas tomaron la zona, aprovecharon las excelentes instalaciones que habían quedado y lo ocuparon como hospital hasta en final del la guerra.

Después de la guerra se convirtió en residencia de Auxilio Social y posteriormente de la Sección Femenina. En los años 50, la familia Pallarés recuperó la propiedad y se hizo cargo de la gestión del hotel. En vista del auge turístico, el 1967 acometen las obras de una ampliación, que se llevan a cabo en el tiempo record de 6 meses.

En la actualidad el hotel queda a unos cuantos metros de la orilla del mar, pero antes de la regeneración de las playas, la terraza del hotel Voramar daba directamente sobre el mar y no era extraño que las olas saltaran por encima de la balaustrada. No es pues extraño que haya servido de inspiración a Luis García Berlanga para rodar la película ‘Novia a la vista’ o a Manuel Vicent en su libro ‘León de ojos verdes’.

La concesión del hotel Voramar vence en 2018. Dado su enclave y debido a la actual ley de costas sería inviable la construcción de un edificio similar. Pero siendo como es un edificio con tanta historia forma ya parte del patrimonio de Benicássim.

En la “Geografía General del Reino de Valencia” escrita por Carlos Sarthou Carreres en 1913, en la parte dedicada a la provincia de Castellón aparece la siguiente anotación referida a Las Villas: al este tiene una bahía con hermosa playa que termina en la cordillera marítima, allí se han edificado recientemente pintorescas ‘villas’. A propósito de ellas, decíamos en otra publicación nuestra, anterior a ésta:

“a orillas del mar y tan cerca de sus aguas que aparecen expuestas a algún revés de los bravíos temporales de invierno, se alzan sobre la playa y en correcta formación, lindos y lujosos chalets, de caprichosas construcciones arquitectónicas y rodeados de exuberantes jardines. Durante el invierno aparecen inhabitados y solamente los meses caniculares abren sus puertas la buena sociedad de Madrid, Valencia y Castellón. De julio a septiembre, esa playa se anima de un modo extraordinario. El buen gusto de las ciudades hace un paréntesis en las grandes urbes para vivir respirando la brisa marina saturada del aroma del tomillo montañés, para vivir entre monte y mar, que vienen a servir de grandioso marco a deliciosas fiestas de sociedad. La amenidad de la playa, tan a propósito para bañarse; la facilidad de cómodas vías de comunicación; proximidad a las capitales; excelente clima; amenidad del paisaje y pintorescos alrededores, hace que Las Villas sea un lugar concurrido todos lo veranos, y punto de cita de la gente chic y de dinero”
Biblioteca del Mar en la playa de Heliópolis.

Mucho ha cambiado la sociedad desde entonces y como no podía ser menos, Benicásim también lo ha hecho. En realidad ya no es un lugar de veraneo, la mayoría de la gente que la habita en verano son vecinos de Castellón, con lo cual no son veraneantes, sino gente que traslada su vivienda a lado del mar durante los meses estivales y por tanto no están disfrutando de sus vacaciones. Tristemente, como publicaba el periódico Mediterráneo hace pocos años refiriéndose a Benicássim: sigue el turismo de las 3 P: pipas, paseo y playa. Y efectivamente así es, por la mañana las playas están llenas y por la tarde es frecuente ver a parejas (y no precisamente de jovencitos) paseando y dejando un sendero de cáscaras de pipas o bien sentados con una alfombra de ellas a sus pies.